“Él no podía saber que había llegado a Liliput, el país donde los hombres, los animales y las plantas eran diminutos. Por otra parte, no había tenido tiempo de ver nada ni a nadie. En cambio, los vigías de ese reino sí le vieron a él y corrieron a la ciudad para dar la voz de alarma.”
Los viajes de Gulliver. Jonathan Swift
Seis horas de viaje y nos convertimos en... ¡¡ Liliputienses !! personas y enormes animales de hierro reducidos a hormigas, moviendo pequeños granos de arena, que resultan ser inmensas moles de piedra...
Quizá las enormes letras de piedra, a la entrada del pueblo, ya constituían un aviso.
Eso es lo primero que uno piensa al comenzar a atravesar una de estas canteras de Macael. Lo que más sorprende es el enorme tamaño de todo al descender a ese circo artificial. Impresiona más que un paraje natural porque uno reconoce la huella artificial, pero no acaba de atribuírsela al hombre.
Es aquí, viendo estos enormes mordiscos que el hombre le mete a las montañas, donde vemos el impacto que tenemos sobre la naturaleza. No quiero evaluar el papel ético de nuestra explotación del planeta, no voy por ahí. Solo quiero quedarme superficialmente, admirando la escala de lo que teníamos delante.
En pocas ocasiones puede verse el proceso que conduce a un material acabado, comenzando desde el lugar donde se extrae de la tierra.
Y es aquí donde vemos como un aeropuerto puede tomarse, de primero, esa montaña, y de segundo, aquella otra.
2 comentarios:
fotos de Leonor (1 y 3) y de Gustavo (2)
ahora que por Jose ya sabemos que los verdaderos habitantes, son las máquinas, se convierte en una cuestión de competencias donde las personas quedan minimizadas. Se ha ido quedando desertizado y en unos años el número de operarios quedó reducido a 7!
Es la victoria de Gulliver!
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