IBN ZAYDUN 1050 CORDOBA
Me deleito ahora al dejar mis ojos
rodando por las flores, tan perladas de rocío
que sus cuellos acaban por vencerse,
como si sus ojos, al contemplar mi desvelo,
llorasen por mi desgracia y sus lágrimas
deambularan llenas de destellos.
Una rosa reluciente, en su cama soleada,
sobre la luz del mediodía
hacía doble el brillo, y un nenúfar perfumado,
que pasaba, inmerso en su fragancia,
como alguien soñoliento a quien la aurora
las pupilas hubiera espabilado.
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