sábado, 21 de junio de 2008

ALMERÍA. EL TAMAÑO DE LAS COSAS


Una vez de vuelta a Madrid, y retomando el viaje con un poco de distancia, lo primero que se me viene a la mente es el tamaño de las cosas. Tengo la sensación que todo en Almería es enorme. Supongo que su clima extremo y sus grandes extensiones de desierto, componentes importantes de su identidad, son, en de alguna manera, impulsores de estos excesos. Parte de su paisaje característico, al que no estamos tan acostumbrados en España, al menos de momento, atrae a la vez que impresiona. Supone una especie de vacío, sin construcciones, sin apenas vegetación. La desnudez de sus montañas hace que sus formas y sus sombras se perciban con mucha más claridad.






Uno podría pensar que en este país, tal vez en mucho otros, cada vez se extiende más el horror vacuo; esa necesidad imperiosa de rellenar. Claramente tiene un origen económico, que hace buscar el máximo beneficio, que no aprovechamiento, de todo, aunque a veces la irracionalidad de ciertas operaciones hace pensar en algo más bien patológico. ¿Es esa sensación de gran vacío que dan algunas zonas de Almería la que genera todo lo que en ella se realice sea de tal escala? En las canteras de mármol, los campos de concentradores solares, las inmensas máquinas traídas del espacio, el mar de invernaderos, las grandes extensiones de viviendas vacías de la costa,...Como comenta muy acertadamente Belén la integración de todo ello en el paisaje es muy distinta, pero ante todo uno se siente de repente pequeño(ver “liliputienses” de Gustavo). Al volver a la ciudad, y recorrer las calles del casco uno no sabe si ha sido una ilusión, pero siente que recupera su tamaño.

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